Estrenan la nueva, aunque incompleta vía calle 26 al aeropuerto de El Dorado, con el carril central para el transporte de Transmilenio. Al poco tiempo, pasa una revisión oficial de obras y se anuncia que le faltan muchas cosas; seguramente será reinaugurada cuando la terminen. Qué cosas pintorescas pasan en nuestra Bogotá, diríamos que cosas animadas.
También inauguran la MISMA vía de la 26, bajo los puentes y en los muros recién repellados, nuestros grafiteros que no aceptarán límites ni control de alcalde llámese como se llame. La policía ya quedó limitada para llamarles la atención después de la triste tragedia donde hace unos meses murió uno de ellos.
Nuestra ciudad se llenará de letreros de toda índole, los muros de las avenidas lucirán su desaseo acompañado de llamativos colores, son incontrolables los pintores callejeros, los vendedores que sobornan al policía con un tinto o con un pedazo de queso. Cuál será el límite para el desorden si la capital ha de ponerle atención prioritaria a la inseguridad y a los atracos callejeros.
Creo que ya no será necesario utilizar color para fachadas principales, rejas de almacenes; no será útil limpiar la piedra pulida de nuestras fachadas históricas pues sería algo así como prepararles el lienzo a los artistas del siglo XXI; por lo menos, debería pedírseles que ellos mismos dispongan y decidan el color del fondo para su arte y lo apliquen con sus recursos.
