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Historietas de memorias bogotanas
INFRACTOR MOTORIZADO

Me aprestaba a pasar una tarde de vagancia no tenía citas ese día, en mi apartamento tranquilo podía dedicarme al insulso trabajo de patinar en el WhatsApp, embobarme en el TikTok o hacer búsquedas innecesarias en el YouTube Una llamada de una de mis hijas le dio un vuelco al día, me pedía el favor de que la llevara a un centro comercial que quedaba a algunos kilómetros de sitio de partida, ella asesora negocios comerciales inmobiliarios. Una cita concertada de importancia había de cumplirla y su auto estaba en el taller. Se había compuesto la jornada yo tenía la disponibilidad y mi carro sin restricción de placa. Tuve la precaución de cargar gasolina, sabía que alcanzaría de sobra, pero me gusta mantenerlo a full, costumbre adquirida cuando era joven, de esto muchos años atrás, cuando tuve una varada por combustible, a este me gusta consentirlo como digo quiero que llegue a viejo a punta de cuidados; aunque la jornada de ida no podía pasar de hora y media a dos entre la ciudad. Se apuntó a acompañarnos un sol esplendoroso y una temperatura magnifica de esas agradables de Bogotá la cita era a las cuatro y treinta. Mi carro no es de modelo reciente, como lo anticipé, y lo tengo de candidato dentro de unos años para antiguo y clásico, lavadito y brilladito me deja conducirlo con la cabeza en alto. La ruta tuvo el registro de salida a la una de la tarde; viajaba con mi hija a bordo como pasajera que ameniza el recorrido con amable conversación, creo que esas buenas maneras y su conversación la han convertido en una de las mejores comercializadoras de locales en la ciudad. En un recorrido sin afanes, un tráfico fluido nos dejamos acompañar de suave música clásica gusto que compartimos. De lejos, a mitad de recorrido cuando conducía por una muy amplia avenida del occidente de la ciudad divisé en el costado derecho una especie de reten: una patrulla parqueada y dos agentes patrulleros apartando auto de la circulación, una patrullera la que se encontraba más al sur me tendió la mano para que me detuviera. Sin ningún inconveniente ni temor me orillé en el sitio exacto que me señaló. Se acercó a mi puerta con paso firme, lenta y digna me dio la impresión que estrenaba uniforme, cuando la vi muy próxima, me pareció muy joven, casi niña. —Los papeles —dijo sin titubear, nos miramos con mi hija que ocupaba el puesto de copiloto y sin ninguna preocupación se los entregué para que los examinara. Con pasmosa calma fue mirando en detalle uno a uno, giré la cara para intercambiar una mirada con mi hija con una sonrisa de satisfacción pues sabía que todo estaba actualizado y en regla. Al parecer la patrullera lo noto y de alguna manera se indispuso. Entonces paso a paso empezó a detallar el vehículo girando a su alrededor en busca de argumentos para multarnos, giraba y giraba como una polilla alrededor de una vela encendida. Se agachaba por momentos detallando vidrios, espejos o rayones, algo con que argumentar; ya con los papeles revisados en su mano cerrada, de pronto regresó a mi puerta y por la ventana me dijo: —Su licencia de conducción —sin tardar se la entregué para que la revisara, entonces mirándola reanudó su danza de polilla, de pronto tuvo una inspiración y se agachó a revisar el estado de las llantas; al verlas en óptimo estado continuó y de pronto se puso de rodillas, advirtiéndome que no me moviera y confiando en mi pericia como conductor se había hincado a centímetros de la defensa delantera y revisaba lo que no podía ver pues el guardapolvo delantero no permite una vista del auto por debajo; se levantó y cambio de posición y se arrodilló de nuevo en el costado derecho con un mejor ángulo, vi que estaba ensuciando su impecable uniforme pero se sacudió la parte del pantalón. Pensé en bajarme del carro cuando me dijo: —Está goteando aceite y eso se sanciona con inmovilización del vehículo —se quedó en silencio en espera que yo dijera algo. Miré a mi hija y como si acordáramos en silencio, no le pediría que no lo hiciera; entonces ante nuestro silencio aclaró: —Yo puedo colaborarle evitando que se lleven carro a los patios, pero le pondré un "comparendo" —(palabra inventada que no es aceptada por la RAE) pero a mí me tocó aceptarla en una porción de papel en el que se anunciaba que debía pagar una multa por supuestamente andar goteando, pero cuando la agente vio mi intención de buscar la gota bajo el auto me aclaró: —Es posible que no la vea en el pavimento, pero la tapa del depósito esta sucio —interpreté entonces que el "comparendo", es decir la multa, la pagaría por llevar la tapa del depósito de lubricante sucia. Recibí en silencio el pequeño trozo de papel y la patrullera siguió a la espera de mi propuesta para un "arreglo amigable" o mordida como llaman en México. Continue lentamente la marcha sin que ella me perdiera de vista, recordando que entre la conversación me había dicho, a manera de atenuante, que si pagaba la multa antes de tres días obtendría el cincuenta por ciento de descuento. Me dolió realmente pasé más de cuarenta años como docente universitario, y en el rostro de esa niña jovencita patrullera recordé a mis alumnas y me pregunté: ¿cómo estamos formando a nuestros jóvenes? Al otro día fui a pagar la multa, me resisto a llamarla "comparendo" y me di la sorpresa de que en el papelito no aparecía la placa del vehículo, la multa era para este infractor motorizado. La jovencita ya había aprendido ciertos trucos con sus compañeros de tránsito, no fueran a revisar el auto que portaba al día la revisión tecno mecánica una tapa inferior sucia pero libre de aceite. Hoy estaría más triste y frustrado si delante de mi hija le hubiera dado dinero a cambio de evitar la sanción.
El cuento de las mil y una palabras

Recuerdo, como si fuera ayer, una aventura increíble que viví en compañía de tres hermanos y amigos míos que estudiaban en el mismo colegio donde yo estaba. Nuestras edades, por esos días no superaban los 19 ni éramos menores de 16 años. Compartíamos las vacaciones y buscábamos sacarles el mayor provecho; lo habíamos logrado con paseos, juegos y planes. Pero de todos, este último que me propongo relatar fue el más importante. El padre de mis compañeros había comprado un yate de regular tamaño; su longitud de proa a popa era algo aproximado a los 23 pies. Su peso podría ser de poco más de una tonelada, poseía una especie de dormitorio con tres camas y aparte a un nivel superior una reducida cabina para el timonel; el motor fuera de borda de 50 caballos lo hacía muy vistoso en tierra y en el espacioso jardín en la casa de Usaquén. Uno de esos días en que parecíamos agotar los programas divertidos, el padre de mis amigos nos comentó que deseaba que el yate estuviera en el agua y propuso que lo lleváramos a la represa del Neusa a unos 70 kilómetros de Bogotá. Apareció entonces la aventura esperada, por esos días era yo el único que poseía pase de conductor y entonces los ojos de mis tres amigos me miraron interrogantes, ¿podríamos llevar la embarcación a su lugar de navegación? Por parte de los familiares de mis amigos no existiría objeción alguna, me reconocían como supuestamente era yo: responsable, serio, tranquilo, sensato, entusiasta y además, que era lo más importante era el único que tenía pase de conductor. No quise precipitarme aprobando el plan pues yo también debía notificar a mis padres para que me dieran el permiso y resultó que opinaban exactamente lo mismo que los padres de mis amigos: eso de que era yo responsable, serio, etc. Para esa confianza sirvió el antecedente de viajar varios kilómetros con ellos a la finca de Villeta y a variados paseos en la sabana de Bogotá. Iniciaba entonces todo el maravilloso plan: llegaríamos a la represa dormiríamos a bordo de bote y regresaríamos el domingo en horas de la tarde. Partiríamos luego de prepararlo todo ese mismo viernes de madrugada. El yate reposaba tranquilamente sobre un tráiler adecuado para su trasporte por carretera, mis amigos prepararon todo lo necesario, la represa no era algo desconocido para nosotros; entonces salimos a eso de las nueve de la mañana, la carretera en buen estado, aunque destapada, no ofrecía dificultades. Existía una gran desproporción entre el pequeño Jeep y el tamaño del yate lo cual parecía superarse por la capacidad motriz del campero y la experiencia de haber movido el vehículo con esa carga en terreno plano. Tomamos rumbo a nuestro destino muy confiados, pensando en la pesca y el disfrute del sol de medio día que aprovecharíamos al llegar pues el viaje lo calculamos en cerca de dos horas. Fuimos foco de las miradas de transeúntes pues no todos los días se vería el paso de un bote y el pequeño campero que lo arrastraba por las calles de la ciudad. Yo tenía a mano mi licencia de conductor ; iniciaba nuestro paseo, la suerte estaba echada y no sospechábamos lo que nos esperaba en el último tramo de la carretera, para la llegada a la represa había que superar algunas pendientes que inicialmente no recordaba como obstáculos, así que luego del largo recorrido llegamos a la primera pequeña cuesta la subimos lentamente pero con marcha continua, lo que nos dio confianza para enfrentarnos a las que estaban por superar, habíamos transitado en marcha lenta pero continua las dos primeras horas de recorrido, de 70 kilómetros me concentré plenamente mirando de frente la nueva pendiente que me pareció similar a la recién superada, al llegar a esta, acelerador a fondo en cambio de primera marcha, de mayor potencia y menor velocidad, halábamos una tonelada de peso. Tenso y aferrado al timón con el acelerador constante, lentamente inicio el tramo pendiente, se produjo un silencio total y eso que durante el trayecto lo habíamos pasado cantando y bromeando como en oportunidades anteriores sin ninguna carga sobre el mismo recorrido. Un medio minuto es decir treinta segundos después el jeep nos había demostrado su gran potencia, estamos en la cima, pero yo sabía que lo había exigido al máximo. Faltaba la última cuesta, elogiamos la capacidad del campero que parecía lograr lo esperado y las voces y comentarios eran estimulantes; decían, sin certeza, que la próxima pendiente no era tan empinada. Voluntariamente nos engañábamos. El revisar, por precaución la temperatura del motor, sin que tuviera importancia de no estar recalentado, entonces todo estaba en condiciones. Paso a paso, metro a metro nos aproximamos a la última cuesta que ya precedía al inmenso espejo de agua que presentaba la gran represa. Estábamos muy tensos pero no contemplábamos la posibilidad de detenernos y de aplazar el paseo de no lograr el último tramo, quizá la decisión más sabia era detenernos. Continuamos, segundo a segundo ascendíamos hasta cuando el campero se detuvo a toda aceleración, el freno de esos modelos era difíciles y duros de aplicar. Faltaban cincuenta metros y se quedó pasmado. Mi compañero que viajaba al lado tuvo un reflejo inmediato al que correspondí, embrague cambio doble y bajo en no más de tres segundos, dos palancas que deberían ser accionadas de inmediato. Las llantas empezaron a patinar sin respuesta, pero la doble trasmisión logró la potencia en las cuatro simultaneas, unos cuantos centímetros de reverso impredecibles. Y cinco segundos más tarde el jeep continuó lentísimo, pero en ascenso. ¡Freno y motor unidos nos salvaron la vida! , llegamos a la cumbre estábamos vivos y sanos, resultaba que era imposible la marcha de reverso puesto que el remoque sería inmanejable incluso por el más experimentado conductor; el remolque: si el jeep no reaccionaba, a gran velocidad re reverso nos hubiera lanzado al abismo como el coletazo de un látigo y con muy escasas posibilidades de sobrevivir.
EL CHINO QUE VUELA

Ha llegado dos mil veinticuatro y pienso que este año pasará volando ya se nos escapa enero. Un anuncio de sorpresa he leído esta mañana, resulta que un chino vuela, un auto chino que no es avión y carece de alas. A mi manera de ver es una versión gigante de los ya experimentados drones y que estuvo rondando por los cielos de Dubái . Con aerodinámica forma, de auto deportivo, tuvo a varios periodistas de espectadores y testigos de su presentación. Recordé haber leído que curiosos bogotanos de hace 112 años esperaron ver volar el primer avión en nuestro cielo. Entre una gran caja de madera a Bogotá, llegaba, el año de 1911, un extraño cargamento procedente de Francia; contenía un avión biplano modelo Bleriot acompañado por su pilotó Paul Miltgen. Después de armado en un taller de la ciudad todo se preparó en el cómodo Polo Club de Bogotá cuyos socios habían preparado el evento. Ya en el campo carreteo unas veces sobre la improvisada pista en medio de una numerosísima asistencia de bogotanos que no se querían perder el magno acontecimiento, pero rebelde el biplano no quiso despegar. Días después de los intentos fallidos, testarudo un piloto colombiano Cicerón Castillo ensayó otra vez a toda aceleración, pero tampoco logró elevarse. Imágenes del Chino en Dubái y el francés en Bogotá acompañadas de unas rimas graciosas publicadas en la prensa de aquel tiempo.
CONTRASTES EN LA PORCIÚNCULA
Paseando por esta nuestra Capital justo en la calle 72 con carrera 11 llama la atención el bello contraste entre lo recién pasado y lo nuevo, en el delicioso tema de la fotografía, he aquí un encuadre realizado por el celular en cualquier momento. Luego al digitalizarlo convertido a blanco y negro. En este caso se aporta esta imagen al gusto que tenemos por encontrar rincones de Bogotá. El templo de nuestra ciudad es llamado la Porciúnculas, Santa María de los Ángeles. Como la de los Franciscanos en Italia en nombre de capilla pequeña en la que San Francisco fundo esta Orden de los Frailes. Estuvo rodeada por el convento pero luego se dejó únicamente el templo de la parroquia, bella construcción de estilo neogótico que se construyó entre los años 1919 y 1943. fotografía Gonzalo Garavito Silva
FACHADA ESTACIÓN DE LA SABANA BOGOTÁ

Poco o nada más novedoso que la capacidad que hoy tenemos de hacer registros fotográficos, no hace muchos años resultaba costoso disparar fotografía a diestra y siniestra como hoy. No se usaba la palabra selfie; auto fotografiarse no era una acción sencilla. Los motivos a retratar generalmente eran nuestros semejantes con preferencia los miembros de nuestras familias. En manos de todos los que poseen un celular está la capacidad de registrarlo todo, mis primeras sorpresas fueron en mi época de docente cuando mis alumnos tomaban foto del tablero, y se transmitían cualquier escrito con el mismo sistema. En el siglo XX no solo se desarrolló la fotografía de sistemas con revelados químicos, sino que evolucionó y llego a los sistemas digitales La fotografía del pasado se constituye como un valioso elemento documental y es por esto que la Academia de Historia de Bogotá abrió una convocatoria para rescatar el pasado mediante imágenes de antiguas capturas. De ser posible traeremos a esta página algunas de esas fotografías seleccionadas con sus datos de origen para confirmar la autoría y mediando la aprobación para su publicación. Encabeza fotografía del autor. Gonzalo Garavito S.
UN ARTE DE PIXELES

Se comentaba que los habitantes de algunas regiones de nuestro planeta, aún tienen miedo a que les tomen fotografías. Era peligroso, pensaban ellos, que este sistema les robara el alma; y pueden ser los mismos que creían que un micro chip llegaba con las vacunas recientes. En nada de esto creerían, los franceses Nicéforo Niépce y Louis Daguerre que trabajaron años en el siglo XVIII mejorando la imagen recogida por la "cámara oscura". Debemos admirar sus trabajos pioneros y la asombrosa evolución hasta nuestros días. Del daguerrotipo que captaba las luces y las sombras para depositarse en la placa de plata y que recurría a la paciencia del retratado que debía permanecer absolutamente quieto para no salir movido, tiempo en que se les decía a las cámaras de fotografía, cámaras instantáneas. La gente decía: toma una instantánea o una placa. Otros abreviaban, el evento, con la palabra foto, los más sofisticados pedían un retrato, aludiendo al hecho que cuidadosamente y con tiempo hacían los buenos pintores. Muchos rollos de celuloide se gastaron y aún más, con la llegada de la fotografía en movimiento, el cinematógrafo, esto último estrenado en 1895 por los hermanos Lumière en París. Visto hoy, debemos reconocer la grande y extraordinaria evolución de ese medio de la verdad. Una cámara nos acompaña en el Smartphone y difícilmente quedan algunos que no se hayan animado a experimentar sus habilidades en el arte de la instantánea digital. Muchos disparadores compulsivos comentan que no tienen tiempo de ver lo registrado por su teléfono y que con un mayor número de pixeles sienten que han hecho un mejor registro. Pero la fotografía durante el siglo XX se convirtió en un arte de marca mayor, solo el artista logra encuadrar una imagen milagrosa, que su ojo y su sensibilidad separó de la naturaleza. Ya al retratado no le roban el alma, pero si al observador de una obra de arte fotográfico de asombrosa belleza.
GGS
UNA MAÑANA DE PELÍCULA

Qué extraños resultan los espacios enrejados que encuentran los bogotanos y los turistas en un sitio tan céntrico de la ciudad como la carrera séptima, esquina con la Avenida Jiménez; seguramente imaginan por una cierta semejanza, el acceso a un metro parisino. Los vecinos y transeúntes de los alrededores advierten que son las entradas a los conocidos como sótanos de la Avenida Jiménez. Estos misteriosos espacios bajo tierra guardan historias que muy pocos conocen; la mía, es como sigue: fue una mañana de domingo, a eso de las once, en la función matinal. Se me vio entrar y descender por varios escalones a la oscuridad; nos llevaba de la mano la tía Lola. Ella nos había invitado a mi primo y a mí, éramos niños que por aquellos días rondábamos por los seis años , yo entraba por primera vez a cine. Era un pequeño salón subterráneo de proyección conocido por entonces como el "New Reel" que contaba con algo más de sesenta sillas. Recuerdo que la película protagonizada por Laurel y Hardy se llamaba "Fra Diábolo", la vi, o digo la vimos, con cortas interrupciones, se reventó un par de veces, pero continuó mientras los pocos espectadores pateaban y chiflaban y eso me hizo sentir muy incómodo: le sumaba al encierro la expectativa y la necesidad de salir a la superficie, de todas maneras, era mi primera película, hacerme reír, no siempre lo lograron conmigo.
Salí colmado de sensaciones, el cine, el sótano, el misterio. Aun no entiendo por qué la tía había escogido ese sitio para ver cine existiendo muchos en la época. La tía me preguntó si me había gustado y creo que no le contesté porque vi que había pagado los sesenta centavos de mi boleta.
Ahora entiendo que me produjo una mezcla de intensas emociones las que hoy me motivan a contar esta historia; entonces para extender el cuento, me di a la tarea de investigar notas de prensa dispersas que me ayudaron a hilvanar este sencillo relato.
Uno de los principales ríos que cruzaban la ciudad era el San Francisco, este río fue canalizado en 1930 y hoy corre subterráneo y los sótanos, que las obras de canalización, en parte, originaron, se hicieron útiles y transitables, por esos días ya para 1939 una lluvia de ideas surgieron para invitar a los cachacos a utilizarlos: habría un estupendo sauna, un local para billares, algunas canchas de bolos, unos baños turcos, un café para tertulias, pero los planes se aguaron y terminó siendo una especie de pasaje comercial que duró muy poco, posiblemente por escasa promoción o por la humedad del ambiente a cinco metros de profundidad, pero lo más probable es que muriera de soledad. No obstante, no sé en qué momento fue construido el pequeño salón cinematográfico de mi cuento; el hecho es que allí retumbaron cientos de voces fuertes y graves de Hollywood como la de Anthony Quinn y tantos grandes de la época, películas que, en una segunda etapa, aparentemente la de su decadencia, tuvo proyecciones de cine continuo.
Llega ahora a mi memoria lo que contaba papá del río antes de su canalización, decía que no era muy caudaloso a principios del siglo XX y que con sus hermanos jugaban a cruzarlo en zancos. Vivian ellos a la altura de la carrera Quinta, frente a lo que fue otro salón de cine el "Cinerama", en fin, la obra de canalización permitió, junto con la demolición de un gran edificio el Rufino José Cuervo, para que parte de la hoya y el espacio bajo el edificio, se convirtiera en los ya mencionados túneles con salidas en las cuatro esquinas de la avenida, en la carrera Octava dos a norte y a sur y los dichos de la Séptima también a norte y sur. Se cancelaron las entradas del norte con la llegada del conocido como eje ambiental. Encima, a lo largo de la vía ampliada se ha permitido la circulación de cientos de miles de automotores y hoy de los articulados del sistema Transmilenio.
Este espacio subterráneo que permaneció un buen tiempo sin uso, en los años setenta, el Instituto Distrital de Cultura, que lo tenía a su cuidado, lo entregó (o?) a las escuelas de formación en artes que tenía Bogotá, para convertirlo en un espacio formativo.
Cuentos y recuerdos se suceden en ese lugar durante la década de los sesenta, se tuvo un estudio radial desde donde el trio cómico "Los Chaparrines" alegraron las tardes radiales bogotanas; ampliados y modernizados los estudios, se hicieron multitud de grabaciones, se dotó un buen teatro con excelente y cómoda silletería y un aforo de ciento cincuenta espectadores, bautizado con el nombre del gran hombre de teatro don "Luis Enrique Osorio", ahora a cargo de la Universidad distrital Francisco José de Caldas para su facultad de artes y la academia ASAB. Al espacio le han dado vida estudiantes y maestros. Cabe recordar el privilegio de las visitas y actividades del maestro Santiago García y el otro gigante de la actuación don Pepe Sánchez; y es que en estas instalaciones se han formado muchos artistas notables del presente y del pasado.
Leí en otro suelto de prensa que existió en el lugar un museo de cera, pero de tan escasa factura que le conocieron como el museo del horror, no obstante me produjo más curiosidad el hecho de que enterrada en el costado norte existe una locomotora de vapor, y se dice que estuvo en la década de los cincuenta preparada para conectar el sitio con la estación de La Sabana de la carrera Diecisiete y que estaba preparada para sacar a Teniente General Jefe Supremo, en caso de necesidad extrema. Esto no lo creo y me hizo más gracia que la película que vi con la tía y el primo.
Hoy existe un moderno estudio de grabación, un pequeño teatrín de títeres para niños el "Gabriel Esquinas". Van y vienen los aconteceres de estos lugares, abandonos, funciones de teatro gratuito, la prensa nos recuerda de su existencia entre cierres y reaperturas.
No quiero dejar, con mi relato de infancia, un sinsabor para quienes quieran visitar el sitio que se extiende 98 metros entre carrera Séptima y Octava, con buena luz y ventilación, paredes blancas, diseño agradable que por tramos permite descubrir los vestigios de un interesante pasado, como aquel que permite ver la bóveda que soportaba el famoso puente sobre la "Calle Real" que por primera vez unió el sur con el norte de nuestra ciudad en la época colonial cuando la llamaban Santafé, placas internas anuncian las mejoras y los gestores de estas en diferentes épocas.
Vale la pena visitarla si la encuentras sin candado, al enterarse previamente las horas en que se puede circular. Ggs 22.

El mejor aliado del contagio en esta pandemia es ELSILENCIO. En medio de estos ascensos del número de contagiados que no se logra controlar, nosotros en todos los lugares de Colombia, nos sentimos impotentes. No somos una excepción en el planeta, los protocolos de seguridad nos los sabemos de memoria y hacemos un lavado frecuente de manos, llevamos el tapabocas bien puesto, una botellita de alcohol, respetando la distancia con el vecino, prescindiendo de las reuniones con varios asistentes... y todo esto, haciéndonos pruebas que se exigen... luego de vacunas con refuerzos, seguimos viendo el ascenso incontrolado de contagios ¿qué más hacer? A mi manera de ver, existe un culpable que todos conocen, pero nunca sale a la luz. Se trata del el irrompible ¡ S I L E N C I O !. No es la primera vez que intento reconvenir con alguien que afirma que al sospechar de un contagio la gente se asusta y opta por callar; esta actitud me parece, no sólo cobarde sino irresponsable. Si alguien sospecha al verle indispuesto, le pide que se calle que seguramente es una gripa... para qué alarmar, y espera poniendo en riesgo no solo a él mismo sino a esas personas que quiere y lo quieren. ¡Estoy vacunado, no tengo problema!, dicen irresponsables que atentan contra la salud y siguen campantes contagiando y callando. La vacuna no evita, en lo más mínimo, el contagio. ¿Quién no ha escuchado a un conocido que dice?: -aquel tiene síntomas y parece que se contagió, "pero es mejor que no se sepa"; y luego, es tarde, ya ha contagiado irremediablemente a muchos. Si lográramos aislarnos de nuestros seres queridos y de los que nos rodean "a la menor sospecha" o al menor síntoma, estaríamos empezando a proteger realmente el planeta. Pero esto solo está en manos de los valientes.
Gonzalo Garavito Silva
¿CON QUÉ MÁQUINA HABLO YO?

No sé cuánto tiempo hace que la afamada revista Selecciones publicó un tierno relato corto acerca de un niño que se encariña con la informadora telefónica de los tiempos idos. No sé tampoco qué tanta cantidad de lectores recuerde la viva voz que tenían las informadoras nuestras en Bogotá. Si no recuerdo mal, el artículo que nombré al comienzo se llamó "Información por favor". El chiquitín llamaba a la operadora y obtenía cariñosas respuestas de la amable interlocutora. ¿Qué pasaría hoy cuando ya no existen contestadores humanos en casi ninguna parte? No sé tampoco si yo estoy de malas pero mi teléfono fijo se encuentra con toda clase de pregrabados que dicen: "lamentamos informarle que el teléfono marcado no existe". "El usuario de teléfono marcado ya fue alertado" "Digite el número de su identidad" ... es tal... si es acertado marque uno; de lo contrario, marque dos. "Todos nuestros operadores están ocupados; intente más tarde. Si conoce el número de la extensión, márquelo ahora". El reto hoy es tratar de comunicarse para hacer un reclamo, no se diga a un banco, a una empresa aérea, a una entidad gubernamental, etc. con suerte le pide la máquina, "Ingrese a nuestra página de Internet". Se llega al desespero en este lenguaje maquinal, entonces toma su auto para conseguir hablar con el ser humano buscado, pero antes le dice otra máquina: "A trescientos metros, gire a la derecha". Y la grabación finalmente remata: "Usted ha llegado a su destino". En efecto, ¡ el destino del ser humano es endulzarles el oído a las máquinas! y evocar mejores días. Respecto a este escrito si desea comentar: su contestación tendrá costo-después del tono, "deje su mensaje". ¡Ah! me olvidaba. ¡Recuerde, que la forma de marcar ha cambiado! Para más información, entre a la página "Cámbiala puntocom punto co".
Gonzalo Garavito Silva

Sucede en Bogotá y este es el primer recuerdo: que titulé: "Regalo de una Mujer" Frecuentemente transito por la calle 140 del barrio Cedritos. Una tarde recién pasada, me llamó la atención una mujer joven y atractiva, que, a la altura de la carrera décima, portaba un par de guantes de boxeo, lo contrario de sus congéneres que por esa transitada vía portan elegantes carteras. La vi ingresar por un portón que tenía en alguna parte el letrero de Boxing y un nombre que no recuerdo. Empiezo a entender por qué ya no se puede dejar de nombrarlas en cualquier saludo de bienvenida "todos y todas" aunque la academia de la lengua lo considere artificioso e innecesario; ellas han recuperado sus derechos y ahora sus derechas muy peligrosas el un ring de boxeo. Pero mi cuento aparece con fecha del 1922, casi, casi cien años atrás. Con bombos y platillos, en ese año memorable se anunció, un combate de boxeo en el más sofisticado coliseo de ese tiempo, el gran salón Olimpia con aforo de 5.000 personas y diez años de atracciones populares. Resultó que los empresarios deportivos trajeron a la ciudad un retador para el invencible campeón colombiano Nicolás Tanco, un elegante cachaco que sabía trompear como ninguno. Un público delirante acudió como si hoy fuera ir a ver a "la selección Colombia". El retador míster Ben Brewer un norteamericano al que nuestro público no lo vio con posibilidades de vencer a nuestro glorioso campeón. Sonó la campana para el primer asalto en medio de una gritería de entusiasmo que recorrió como un trueno nuestra tranquila capital, y de un solo derechazo en el primer asalto puso a dormir en la lona a nuestro crédito. Un silencio aterrador de un público anonadado duró unos segundos que sirvieron para potenciar la ira consecuente de la enfurecida concurrencia; fue necesario traer a la policía para impedir un linchamiento. Demoró en volver en si el golpeado Tanco y otro tiempo más prolongado para que los bogotanos se resignaran y no lo siguieran considerando como una calamidad pública. Las cosas quedaron así por un tiempo, meses después, luego de agotadores entrenamientos y sobrealimentaciones, pusieron a Tanco de nuevo frente a el mismo Brewer y el público delirante, desbordado ansioso de revancha sobre pasó el cupo, esta vez del coliseo de San Diego. Sonó la campana y en segundos se silenció la muchedumbre en el primer asalto cuando un derechazo demoledor puso a dormir de nuevo a Tanco en la lona que se perdió por su estado de inconciencia los aplausos y los vítores entusiastas para el vencedor, su contendor Brewer. Pensé entonces en nuestra joven boxeadora de la 140 que posiblemente desconoce esta historia y de lo que si estoy seguro es que no soy muy conocedor del deporte de las narices chatas entre las chatas bogotanas. Prueba de esto es mi sorpresa inicial al ver la mencionada en la 140 y la mayor cuando me enteré que Colombia tiene campeona mundial de ese deporte en el 2009 abalado por el consejo mundial de Boxeo, la cordobesa Leily Luz Flores. Quien conquistó su titulo con un contundente derechazo en el primer raund de su pelea.
Mi ignorancia es atrevida en materia de boxeo no saber que en esta vida existe lo que no veo
En el boxing, si embargo una dama, quien lo creyera nos dio revancha postrera a la derrota de Tanco Las mujeres como Flores A aquella gente frustrada de esa memoria pasada borraron sus sinsabores.
G.Garavito Silva
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