NUEVOS PREGONES DE BOGOTÁ

carro pregon
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Por Gonzalo Garavito S.

Los que hemos transitado por esta capital querida por tantos y  tantos años,  nos detenemos a reflexionar y a recordar tiempos pasados.  Aunque, no nos animemos a afirmar aquello de que: todo tiempo pasado fue mejor; si podemos confirmar y comentar, grandes cambios para bien o para mal según los interese de quien los mire.   El recuerdo remoto de los años 60, cada vez más lejano, lo pude degustar una tarde en la que puse mucho cuidado a los pregones de Bogotá. Entonces, pude recordar aquellos famosos consignados en un disco  por el maestro Víctor Mallarino, “padre del actor de novelas en  la actualidad”;  en este disco, aparte de unas magistrales declamaciones, recordó, para aquellos días de su grabación “los pregones de Bogotá”  y los tengo presentes, mezclados con los que imagino:  ¡El Tiempo de hoooy!… otro completo: ¡Tiempo, Espectador, El Siglo y la República de hoy!   Recordar las voces roncas y poderosas de los loteros: ¡La lotería de Cundinamarca, Tolima y Meta para Hoooy!  ¡Compro frascos, boteeellas, papeeel! Otros tantos que Mallarino nos recordó y que al escucharlos vibran las fibras de los mejores recuerdos.

Hoy, que diferencia, entre el abrumador ronroneo de los miles de automotores, las voces de hombres y mujeres lo sitúan y lo definen por sectores:  ¡Jueeegos programas, películas! Unos metros más adelante, pase, pase tenemos bagre, pollo a la plancha, pase…  otros gritan la chocolatina, a mil, chocolatina a mil, más allá… ¡lleve dos libras de ciruelas por mil pesitos! La sim-car de tigo con mil minutos al aire.

Los  pregones han cambiado como la faz de la Capital, por los barrios las camionetas y carros destartalados con parlante gritan cosas como: Cinco libras de helado a dos mil, llévelo por solo dos mil. ¡Acérquese, lleve las nutritivas panelitas de Santander, el bocadillo Veleño!

Se puede decir entonces no todos los  pregones del pasado fueron mejores, pero si lo fueron, en la medida de que eran más escasos más significativos. Adiós a los pregones y esa Bogotá que se fue con el pito fino del afilador que fue sustituido por el de: ¡Se arregla la olla a presión, la licuadora! o ¡Compro chatarra, baterías viejas!