Por Gonzalo Garavito.
Bogotá se despidió del año 2012 colmado de basura. Posiblemente muchos cachacos le pidieron al niño Dios, que no trajera aguinaldos sino que ayudara a sacar tanta basura de la ciudad. Otro tanto debió pensar el viejo Noel, al recibir las cartas de los bogotanos, que le pedían colaboración para el mismo propósito. Pero, al parecer no tuvo claro el asunto de los vehículos de tracción animal transitando por nuestras calles. De otra forma, hubiera ayudado de mil amores porque el aseo también es un regalo para los niños. Llegó 2013, y el problema cedió ya que por pedido del alcalde los antiguos recolectores particulares ayudaron.
Los reyes del contrato, también como magos, consiguieron camiones compactadores, de basuras en New York, que haciendo “honor a su nombre” llegaron sucios y contaminados. Después de lavados por Aguas Bogotá, empiezan a pisar tierras sabaneras y están ansiosos de todos conocer a Doña Juana que como buena bogotana, le fascinan los gringos.
Ojalá no se alcance a contaminar la capital, pues el capital que se gastó, dicen las malas lenguas, fue mayor al que hubieran costado unos nuevos camiones, ya que los viejos son de alquiler.
No hablemos tanta basura que y con la que queda basta y sobra.
Nota, lo del reciclaje parece que no incluye al alcalde.